Texto y fotos por: Karla Robles (@karlatrobles)
A principios de este año encontré en venta una bicicleta modelo Marrakesh de la marca Salsa Cycles. Por mi estatura pequeña (1.54 cm) suelo batallar en encontrar bicis de mi talla, sobre todo en México, esta era talla 48 cm, justo mi medida, así que decidí aprovechar la oportunidad y adquirirla, desde entonces, no me he bajado de ella, es la primera bicicleta con manubrio curvo que he tenido en toda mi vida y eso la ha hecho especial para mi, además de que he notado la versatilidad de rutas que me permite recorrer, desde el asfalto hasta la terracería compacta de algunos caminos que he tomado.
Cuando supimos que nos uniríamos a la Ruta Chichimeca, Dani me preguntó: «¿Y qué bici te vas a llevar?”, lo volteé a ver con mis ojos evidentes y le dije: “Ya sabes”, haciendo hincapié que desde hacía un tiempo la Marrakesh era mi bici para salir a rodar tanto a la tienda como a la playa. Pero, más allá de mi monótona elección, mi decisión estuvo basada en otros factores que siempre tomo en cuenta en nuestros viajes: por ejemplo, sabía que la Ruta Chichimeca sería principalmente por carretera, aunque claro, sin perder la oportunidad de encontrarnos con algún que otro caminito de tierra y así fue, buscando un lugar donde pasar la noche en La Rumorosa, nos metimos por un laberinto de 2km de terracería y arena, donde algunes compañeres con bici de ruta tuvieron que caminarlos, y yo habría hecho lo mismo de no ser porque la Marrakesh tiene espacio para las llantas WTB Raddler 700×44, y para ese tramo funcionaron perfecto.
La altimetría de la ruta sería prácticamente plana, excepto los primeros dos días que debíamos subir a La Rumorosa y bajar rumbo al desierto, así que mi relación 3 x 8 sería suficiente y atinada porque vendrían días de cubrir largas distancias y querría cambios más fuertes.
Otro factor que tomé en cuenta para elegir la bici y configuración, fue el tiempo de viaje. Para ese entonces yo tenía una cita importante en Hermosillo y tenía que regresar a la ciudad, lo que me dejaba al menos 6 días rodando y me daba oportunidad para llevar bolsas pequeñas pero suficientes para cargar con algunos snacks y el agua del día que no sería poca.
El equipaje
Una vez conociendo lo anterior, procedí a pimp-earla, y como el dilema del huevo y la gallina, me encontré con la disyuntiva de si elegir primero las bolsas que le pondría a la bici y luego lo que me llevaría, o, elegir primero lo que llevaría y luego las bolsas. Este proceso de estructura mental me tomó tres días, y al final lo resolví eligiendo primero las cosas que tendría que llevar, así fue un poco más fácil para mí porque los últimos años he aprendido a prueba y error qué es lo que realmente necesito en mis viajes, y aunque cada uno es distinto, intento ir practicando la ligereza.
Sin embargo, a veces no funciona como espero: para este viaje estaba tan preocupada por cargar con lo mínimo indispensable que no me pasó por la cabeza la posibilidad de bañarme, y el primer día a la hora de querer hacerlo me di cuenta de que había olvidado shampoo y jabón; esta vez me pasé de “ultralight” y cochina (nota: sí me bañé cuatro veces).
Y bueno, cuando hablo de lo indispensable en mis viajes me refiero a mi cámara y cargador que no es pequeño, un cambio seco, un par de calzones, otro top, colchón inflable, sábana para cuando se puede dormir sin casa y en ambientes calurosos, pilas extras, bloqueador, cepillo de dientes, bolsa de herramientas, mi taza de acampar, mi tenedor/cuchara, repelente, toallita para bañarme (en esta sí pensé), y un libro que siempre me aferro a llevar aunque en la mayoría de las ocasiones no hay ánimo o energía de leer después de un largo día, o si hay ánimos y energía pero eres tan platicadora como yo que siempre está preguntando cosas a la gente, simplemente el libro queda guardado; para este viaje leí un par de páginas para no pensar que lo estaba cargando “dioquis”.
El acomodo
Una vez que tenía un reguero en la cama de lo que me iba a llevar, seguía elegir las bolsas. Para un viaje de seis días creí adecuado llevarme enfrente mi bolsa modelo “Catalyst” de la marca Swift Industries, que es una bolsa de mediana capacidad (6lt.) para viajar en bicicletas gravel porque es pequeña y cabe perfecta en manubrios angostos, además, hay espacio suficiente a los lados lo que permite meter los cambios sin obstrucciones, dificultad que he tenido con otras bolsas más grandes. La puse sobre una parrilla delantera y como la bolsa es tan pequeña, sobró espacio enfrente para amarrar mi colchón inflable.
Tampoco pueden faltar mis bolsas botaneras/galleteras de Movigo que las llené con una mezcolanza que hice de azúcar, sal y bicarbonato, perfecto para prevenir la deshidratación (se mezcla en agua), cacahuates, dátiles y pan dulce para comer mientras pedaleaba, mi taza de acampar y son donde guardaba los guantes sucios al final del día.
También le puse una bolsa que conocemos como “top tube”, donde me gusta echar mi teléfono porque siento que lo tengo más al alcance para instagrammear, una batería extra, y algunos cables.
Mi bolsa del cuadro no se pone a discusión en mi cabeza, ahí va mi bolsa de 3 lt de agua y hasta me sobró espacio para mi bolsa de herramientas, del otro lado tiene una bolsa pequeña que muchos usan para guardar el celular pero a mi me gusta guardar mi cepillo de dientes, mi cuchara, el repelente, el papel, los cubrebocas y otras cosillas.
Para la parte trasera, usé una bolsa de asiento. Como lo mencioné en mi artículo pasado (“El Corazón Radical de mi Surlyta”), esta configuración es la que más he probado. Para personas pequeñitas como yo, que nos gustan las bicis de rodado grande, las bolsas de asiento siempre son un problema, ya que por lo general son grandes, y en nuestras bicis, no queda mucho espacio entre la llanta y el asiento. En mis últimos viajes he estado probando la bolsa de asiento de la marca mexicana Chaak Gear la cual merece un artículo especial para otra ocasión, pero en ella cargué la ropa seca, mi sábana y la toalla.
Durante el viaje estuve al pendiente de que la bolsa de asiento no rozara con mi llanta, incluso, hubo un par de ocasiones en las que un compañero se me acercaba y me decía que rozaba aunque no fuera así, era una separación milimétrica que no se notaba visualmente y que variaba dependiendo de qué tan ajustadas tenía las correas y de la cantidad de cosas que le pusiera. Al final de los seis días de viaje, la bolsa funcionó muy bien y es la única que hasta el momento he podido usar, lo cual no me molesta en absoluto porque es una buena bolsa, con buenos materiales y el color es mi color favorito.
Otra de las virtudes de una bicicleta específica para cicloviaje como la Marrakesh, es su gran capacidad de carga y la cantidad de monturas en la que fue pensada, lo que me dio la oportunidad de agregarle un porta botellas en la parte inferior del cuadro con un litro más de agua aventajando mi lucha contra el golpe de calor. También usé uno de los hoyuelos para la base de luz de Atom Cycles, especial para cuando las bolsas acaparan los espacios de la bici.
El resultado
Durante el viaje pude notar que haberme llevado la Marrakesh fue la mejor opción, y también una excelente prueba para mejorar la configuración del equipaje; a veces creo que me sobró espacio y que ese mismo acomodo me hubiera servido para un viaje más largo o más remoto, pero probar el equipo para viajar a veces se vuelve un bucle infinito. Respecto al manejo, sentí que podía subir un poco el tubo de dirección y probar con una potencia más corta si no quiero perder mis manos y mi espalda en el futuro, pero en general, viajar con la Marrakesh en la Chichimeca fue la decisión ideal porque es ligera, versátil y fuerte, justo como me sentí yo esos días.
A partir de esta experiencia, esta bici se ha convertido en la que elijo para viajes cortos por terrenos variables o para rodadas en caminos de tierra, aunque todavía me falta probarla en una ruta con mayor porcentaje agreste y de largo aliento, habrá que hacer una, ¿quién se anima?.
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