Texto y fotos por: Tijeras y Pedales (@tijerasypedales)
En nuestro primer cicloviaje recorrimos 1, 298 km alrededor de Bogotá y Medellín en Colombia, nunca habíamos estado expuestas a condiciones físicas tan duras, y a pesar de ello, fue una oportunidad para aprender más sobre nuestras cuerpas; empezamos a identificar el origen de nuestros dolores, a parar cuando ya no podíamos continuar pedaleando y también a decir: “sí la armamos”.
Andar en bicicleta es la actividad física más amigable que hemos practicado y reconocemos que el acompañamiento que tuvimos, gracias a nuestres amigues, influyó mucho; recordamos que de niñas participamos en equipos de básquetbol, natación y voleibol, entre otros, en los que tuvimos entrenadores (siempre hombres) exigiéndonos ir más allá de nuestros límites incentivando la competencia y la constante comparación de la apariencia física entre las compañeras, con el tiempo, hemos notado esas mismas dinámicas arraigadas de la gordofobia dentro de los diferentes círculos ciclistas.
Una de las grandes lecciones de vida que nos ha dejado viajar en bicicleta ha sido, que no importa nuestro peso ni nuestra apariencia, lo único que importa es seguir en movimiento; no hay expectativas que cumplir arriba de la bici, no competimos con nadie, ni contra nada, solo somos nosotras y nuestras piernas impulsándonos kilómetro tras kilómetro.
Al estar en tanto movimiento diario, bajo el sol, y en temperaturas arriba de los 35 grados, nuestra ingesta de agua se triplicó, con cada subida coronada notamos que nuestras piernas se hicieron más fuertes, y como era de esperarse, nuestra apariencia corporal cambió durante el viaje. Siempre fuimos las primeras en notarlo, pero no nos sorprendía cuando al llegar con nuestras bicis cargadas a la tiendita de algún pueblo y tras recibir las típicas y curiosas miradas de quien ve a un par de forasteras, surgieran comentarios sobre nuestro peso, especialmente después de contarles nuestro recorrido.
En una ocasión, después de tres meses pedaleando, llegamos a un hostal en Cartagena y uno de los encargados comenzó a hacernos preguntas sobre el viaje, una de estas iba dirigida a Malibé: «¿y no has bajado de peso con tanto ejercicio?» Como si esperara que ella le contara alguna historia motivacional o que justificara su peso, ella contestó que no era algo que buscaba y mejor se fue. Es claro que no llenábamos las expectativas de cómo se tiene que ver alguien que se mueve en bicicleta día tras día, como si fuera motivo suficiente para opinar sobre nuestras cuerpas.
Esto no lo experimentamos exclusivamente en la ruta, la cual tuvimos que parar unas semanas antes de lo previsto por una infección estomacal muy fuerte que tuvo Anajaime. Antes de que se enfermara, hablábamos de lo fuertes que nos sentíamos y de cómo cada día era más fácil y más placentero rodar hasta por 6 horas, cuando al principio nos costaba muchísimo esfuerzo. Por la infección, perdió unos 10 kilos en tres semanas, solo podía comer plátanos, galletas saladas y suero; además de que se notaba triste, de mal humor y sin energía. Al volver a México, después de unos días de descanso y muchos jugos naturales, pudo ir agregando alimentos a su dieta y poco a poco fue recuperando fuerza y energía, tardó más de un mes en volver a sus hábitos alimenticios usuales pero su estado de ánimo tardó más en sanar.
Una vez en Tijuana, y al reencontrarnos con familiares y amigos, nuestro peso siguió siendo un tema de conversación frecuente, sobraron las felicitaciones por haber bajado de peso y cada que eso pasaba Anajaime se sentía triste, confundida y molesta porque percibían su enfermedad como un logro por estar flaca, ¿cómo la delgadez puede ser más celebrada y aplaudida que haber recorrido más de 1,000km en un país a miles de kilómetros de distancia?. La delgadez no es sinónimo de salud, y la promoción de esta idea lleva en casos extremos a desórdenes alimenticios y problemas psicológicos y emocionales que pueden ser fatales.
Hablamos desde estas experiencias y las vividas a lo largo de nuestros 25 años esperando que la cuerpa de las demás personas ya no sea tema de conversación en espacios relacionados a la bicicleta ni en ningún otro. El aspecto de las demás personas no nos incumbe, y aunque la gordofobia nos atraviesa y la aceptamos por las conductas reproducidas socialmente, es importante identificarla en nuestras interacciones y cuestionarnos en lo individual para poder sanar en lo colectivo. Como dijimos al principio, el acompañamiento es clave, por eso creemos que un consejo para personas gordas que andan en bici o quieren hacerlo es que pedaleen con personas que no les limiten ni juzguen por cómo se ven, en comunidad es más fácil resistir.
Andarres.com es un proyecto autogestivo y para mantenerlo nos apoyamos con la venta de playeras, que puedes ver aquí y mandarnos un mensaje por facebook o instagram si deseas apoyar.