Texto por Fernanda Murillo @mrecesloqsuenas
Fotos por Daniel Zaíd @perdidoenbici
El evento de ciclismo de aventura Ruta del Jefe (RDJ) sucedió a finales de marzo en Sonora, México (encuentra nuestra crónica completa aquí). Como parte de su programa de inclusividad, RDJ ofreció becas patrocinadas por la plataforma de elaboración y navegación de rutas Ride With GPS para participantes que pudieran apoyarse en una de ellas para asistir.
Durante el proceso de registro, el staff de RDJ fue contactado por la fabricante de bicicletas Ashley King, de Significant Other Bikes, quien propuso donar una bicicleta para alguien que la necesitara para mejorar su experiencia en RDJ. La edición de este año incluyó caminos 100% de terracería en diverso estado, desde tramos de arena, múltiples cruces de arroyo, segmentos con piedras, y cuestas largas e inclinadas; la ocasión ameritaba una bicicleta de montaña. A su vez, Ashley fue la receptora de una beca por parte de la Philadelphia Bike Expo patrocinada por SRAM e Industry Nine (i9) llamada PBE x SRAM x i9 Inclusivity Scholarship for Framebuilders. Fue toda una red.
Foto de Ashley King con la bici, por Brad Quartuccio para The Radavist
Tras un proceso de selección, el staff de RDJ eligió a Fernanda Murillo (@mrecesloqsuenas) para ser la beneficiaria final de esa red. Semanas después, y a pesar de que ella ya había visto su bici por vía redes (después de todo, fue exhibida y premiada en la Philly Expo), decidimos hacer una pequeña ceremonia de revelación, y durante el fin de semana aprovechamos la oportunidad de tomarle unas fotos. Cedemos el espacio a Fernanda para que ella nos cuente su experiencia.
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¿De dónde surgió tu interés en asistir a RdJ?
La Ruta del Jefe llamó mi atención desde el 2022, cuando leí la historia que publicaron en este blog Dani y Karla; luego vi las historias que fueron subiendo poco a poco y varias cosas resultaban emocionantes. Me interesó mucho la reserva Cuenca los Ojos y su enfoque de cuidado ambiental procurando, entre otras poblaciones animales, a la especie de jaguar que habita en la zona. Desde la lejanía cultural y geográfica entre el centro y el norte de México, no sabía de la existencia de un lugar así tan cerca de la frontera con Estados Unidos. Esto y conocer una parte de Sonora, en la forma tan particular como lo permite el ciclismo de aventura, me entusiasmaba. Pero sinceramente, asistir a RdJ se convirtió en una posibilidad más real para mí hasta que se publicó una convocatoria de becas, la cual buscaba apoyar a personas que, reconociéndose afectadas por condiciones de desigualdad en varias dimensiones (como la clase social, el género, el origen étnico y el color de piel), no les fuese posible pagar los costos de inscripción al evento. Recuerdo que mandé mi aplicación con expectativas muy bajas (pues en otras ocasiones ya había solicitado, sin mucho éxito, apoyos similares en iniciativas para mujeres ciclistas) y tiempo después recibir, con mucha sorpresa, un correo de aceptación por parte de lxs organizadores del evento. Ahora veo que ese momento fue el comienzo de una serie de aprendizajes de vida. Y quiero aprovechar el espacio, para agradecer a Sarah, Karla y Daniel por haber conjuntado sus voluntades, intenciones, herramientas y recursos para hacer este evento posible, pero en especial por lograr que fuera una experiencia más cercana (en el sentido más amplio de la palabra) para varias personas.
¿Qué pensabas hacer respecto a la bici? ¿Usar la actual? ¿Pedir prestada?
Desde un inicio había considerado ir a la casa de mi abuela materna, en Morelos, por una bicicleta de montaña Mercurio que me habían regalado cuando era niña (en ese entonces me quedaba muy grande); opción que descarté al momento de verla bien, porque estaba muy pesada, le hacían falta piezas y nunca había tenido un servicio. Después de eso, el ‘plan b’ era la bici urbana que uso para trabajar, cicloviajar y, de vez en cuando, meto a rutas de gravel. “Solo necesito comprar unas llantas lo más anchas posibles y ya” pensaba, pero a lo mucho que podía meterle eran unas de 1.60 pulgadas de ancho; obviamente no estaba dimensionando bien el terreno al que me iba a enfrentar en las rutas de Cuenca los Ojos.
Recién comenzó este año, recibí un mensaje de Karla diciéndome que ella y Dani querían tener una llamada conmigo; mis primeros pensamientos fueron en que me darían malas noticias: que algo había pasado con las becas para RdJ, o algo similar. Después de platicar un poco, recuerdo que Karla me dijo, en su lindo acento sonorense: “¿Oye y que bici te vas a llevar?” Después de platicarles mi plan de improvisar y adaptarme con mi bici urbana (no sé qué habrán pensado cuando les dije eso), me dieron la noticia de que, gracias a la colaboración entre dos programas de beca, Ashley King del taller Significant Other Bikes construiría una bicicleta de montaña personalizada para que pudiese hacer las rutas de RdJ de la mejor forma posible. La verdad no podía creérmelo, ahora mientras escribo esto y revivo esos momentos, me conmueve mucho todo y la emoción me gana. Que enseñanza y regalo de vida fue ver que la realidad resultó mejor de lo que yo habría podido imaginar.
Después de eso, el resto del proceso continuó solo entre Ashley King y yo; también conversé con Krysten Koehn quien pintó maravillosamente el cuadro de mi bici, tras compartirle algunas ideas. Fue una etapa emocionante, de enviar y recibir correos en los que poco a poco se iba materializando el proyecto. Mientras Ashley me pedía decidir sobre algunas características de la bici y pedía información muy variada (desde medidas, un video de mi rodando y un tablón de Pinterest), yo seguía procesándolo todo y también me iba imaginando cómo avanzaba el proceso de construcción. Cuando comenzó a acercarse la fecha de la Philly Bike Expo (que sucedió del 16 al 17 de marzo), fue en medio de una breve temporada de locura en que muchas cosas parecían materializarse o estar madurándose al mismo tiempo; en esos días casi no tuve comunicación con Ashley porque estuvo en fuego alistándose para la exposición. Pero muy pronto supe que le había ido muy bien y pude ver, a la distancia, el resultado final de su trabajo: una preciosa chiquibici, con unos llantones que destacaban en relación con el cuadro, cuyo color era una paleta tornasol (¡justo cómo lo había platicado con Koko!). ¿Era esa mi bici? ¡Creo que sí, si era mi bici!
Varios días después, partí de la CdMX iniciando un viaje multimodal muy singular (por la linda compañía que tuve y la organización que requirió), con destino al Rancho Nuevo, lugar central donde se llevaría a cabo la Ruta del Jefe. Antes de llegar al Rancho, dejamos en el estacionamiento, que se acondicionó para recibir a todxs lxs asistentes, los coches que habíamos rentado; todxs mis compañerxs de viaje (menos Oli y yo), armaron sus bicis, se pusieron sus cascos y comenzaron a bajar por el camino que conducía a la tan esperada llegada. Después de una media hora, nos bajamos de la camioneta donde veníamos, dejamos nuestro equipo en el camping y subimos a la zona principal a registrarnos y encontrarnos de nuevo. Tras varios años, Karla y yo nos volvimos a ver en persona, y Dani me recibió con un fuerte abrazo; yo estaba muy emocionada y algo nerviosa, pero su recibimiento me generó una sensación de familiaridad muy reconfortante. Luego del registro y ver algunos detalles del ingreso al evento, de pronto Karla vuelve a aparecer, me pide darme la vuelta y no mirar hacia un lado del granero donde estábamos, toma un megáfono y pide la atención de todxs… No sabía cómo iba a ser ese momento, aunque me lo imaginé y lo platiqué con mis compañerxs de viaje (Dani Navarro y Javo), horas antes; todo fue muy rápido, volví a abrazar a lxs amigxs que conspiraron en hacer esto posible y salimos a disfrutar de la bici y el inicio del evento. Aún si ya la había visto en historias que subió Ashley, nada se comparaba con el gusto de tenerla a mi lado, me sorprendió muchísimo su peso al cargarla; en ese momento no sabía qué componentes tenía ni que podía esperarme, fui descubriendo sobre ella al mismo tiempo que iba transitando los senderos de la Reserva.
“Ya vas a ver lo distinto que se siente rodar con una bicicleta así” fueron las palabras de Karla cuando nos reunimos virtualmente en enero. Y todos los días que salíamos a las rodadas del evento lo comprobé. Desde un principio tenía muy claro que los paseos serían retadores, esto por las características del terreno en que estábamos: nada más y nada menos que la Sierra Madre Nor-Occidental. Te podías encontrar segmentos de subida con rocas grandes que ponían a prueba tus habilidades para escalar. Las bajadas también llegaban a resultar difíciles por el nivel de inclinación, las curvas y el terreno; casi siempre antes de comenzar a bajar, al frente había una vista panorámica hermosa e imponente de la sierra y el cielo. Algunas veces me detenía a media bajada para tomarme un momento y grabar en mi memoria esos paisajes, me resultaba asombroso estar rodando en un lugar tan recóndito de la presencia humana y de dimensiones tan inmensas. Creo que la montaña es de esos seres que, si les prestas atención, te recolocan: te hacen regresar a un lugar, a un sentido de orden primario con la naturaleza.
Bueno, retomando…RdJ fue mi primer evento en la vida haciendo rutas de montaña y lo notaba mucho justo porque no sabía muy bien cómo bajar; pero, creo que lo hice muy bien gracias a los frenos, las llantas y la suspensión delantera de la bicicleta. Hubo momentos en que llegué a sentir cómo la llanta trasera se movía, resistiendo a derraparse; también cómo la velocidad que a veces llegaba a alcanzar era difícil de controlar, pero se lograba frenando con cuidado y suavemente. Definitivamente el conjunto de estas situaciones hacía que por momentos sintiera un miedo que realmente experimenté en todo mi cuerpo: era una tensión en las piernas y un escalofrío por la espalda; pero curiosamente, esto se intercalaba con momentos de plenitud, donde pude disfrutar las bajadas y divertirme mucho siendo columpiada por caminos que parecían toboganes y rampas.
El sábado yo escogí hacer la ruta “El Bonito”, que es la intermedia en altimetría y distancia de las tres propuestas. El inicio resultó muy ameno porque era un segmento que ya se había recorrido unos días antes; el ancho de las llantas de mi Significant Other me dio seguridad para atravesar los numerosos riachuelos que se presentaron en el camino. Renegando mucho a mojarme (quizás influenciada por mi experiencia en la temporada de lluvias e inundaciones en la Ciudad de México), decidí atravesar esos tramos despacio, lo cual implicaba cambiar a piñones más grandes y pedalear muy firme; misión que logré con mucho éxito varias veces, pero como algunxs lectores sabrán, después mojarse llegó a ser inevitable y nadie podía escaparse de meterse al agua hasta casi las rodillas, gracias a la construcción de una presa, hecha por unos castores misteriosos.
Creo que los retos más complicados que tuve al rodar en general (y ese día en particular) fueron mentales; al inicio de la segunda rodada social (el viernes) me sentí insegura de tener la fuerza para terminar el recorrido por completo, pero justo creo que el peso de mi bici y la facilidad con que atravesaba muchos senderos, me ayudó a continuar y darme cuenta que yo era muy capaz de acabar ese trayecto. Regresando al sábado, en un momento decidí tomar un atajo para acortar lo que me faltaba para terminar “El Bonito”, (era un camino no tan delimitado, ni transitado, pero marcado en el mapa por quienes elaboraron las rutas). Desde el principio el staff me había adelantado que, aunque efectivamente era un camino corto, desde el comienzo habría subidas muy inclinadas; ese desafío me parecía muy realizable porque mi baikona estaba casi toda hecha de titanio y yo estaba decidida en aprovechar eso: si me tocaba bajarme y empujarla no me quitaría tanta energía. Para resumir la aventura: efectivamente tocó asumir esa tarea más veces de las que hubiera querido, en un punto el camino parecía cortarse por una cerca y mi mente divagó pensando que me había perdido (ahí el segundo reto mental); tiempo después me encontré a una pareja de amigos que venían de California con quienes coincidimos que este camino era un “not very shortcut”, nos acompañamos el resto del camino, haciendo más ameno el recorrido, buscando forma a las grandes rocas que se asomaban en el paisaje y, en un punto, encontrándonos con un par de caballos blancos, que auspiciaban el final de ese atajo y a lo lejos la vista del Rancho.
Aunque no sé mucho del ciclismo de montaña, esta experiencia me deja sin querer cambiarle nada a mi Significant Other. Me permitió disfrutar las rodadas y terminarlas; tener control en niveles de inclinación considerable y en suelos resbaladizos. Pero a la vez, me invita a conocerla más a profundidad, en sus capacidades y su mecánica.
¿Qué planes a futuro tienes?
Algo que me entusiasma de tener esta bicicleta es el acceder a una forma distinta del ciclismo que antes no conocía. Por un lado, tengo el propósito de buscar grupos de mujeres y disidencias que hagan MTB en la Ciudad de México; esto para conocer una nueva comunidad, aprender las particularidades de rodar en la montaña, de la mecánica y desde ahí también conocer otra forma de ver el ciclismo. Por otro, me entusiasma mucho poder hacer rutas que antes no habría considerado posible hacer (pues mi equipo y experiencia ha sido de ruta y un poco de gravel) y también la nueva forma de conocer los territorios de este país, lo que implica salirse de las carreteras y los caminos principales. Pensando en planes en cortito, a realizar pronto y cerca de la ciudad, me imagino acampando en el Valle de los Centinelas (cerca de Amecameca, Estado de México), dando la vuelta al Volcán Tláloc (ubicado en Milpa Alta). Y algo que me emociona mucho es recorrer todo el circuito de aguas termales, pozas y manantiales que se encuentra en la zona de la Sierra Gorda entre Hidalgo y Querétaro.
Cuando pienso en la serie de cosas que sucedieron para llegar a este momento, en que escribo esto, me viene a la mente la filosofía de la “Economía del Don” que, a grandes rasgos, se basa en establecer relaciones de reciprocidad y confianza entre personas para fortalecer una comunidad. En estas relaciones los intercambios materiales están más determinados por las necesidades de sus integrantes y entonces el regalo expresa generosidad pero también vinculación transformadora. Pensar en esto me hace mucho sentido y me llena de alegría. Fui parte y testigo de una cadenita de solidaridades (alianza entre programas de beca, Ashley y Krysten, Sarah, Noelle, Karla, Dani) intencionadas en hacer un regalo que es, al mismo tiempo, muestra de que existen espacios/formas de hacer ciclismo en favor de la comunidad y el cariño.
LA BICI:
Cuadro de titanio fabricado a la medida por Significant Other Bikes
Pintura por Krysten Koehn
Tazas de dirección i9 iRiX ZS44/EC44
Horquilla RockShox Pike Ultimate 130 mm (ajustada para 120mm)
Mazas i9 silver Hydra hubs en aros 27.5 BC360
Llantas Schwalbe Rocket Ron 27.5×2.8
Transmisión Sram Eagle X01 1×12
Crankset Appleman 2XR, 145mm
Plato Wolf Tooth 30t, 104 BCD
Pedales Wolf Tooth Waveform
Manubrio Thomson MTB Riser Bar de titanio 720 mm
Potencia i9 A318 30mm
Frenos SRAM Level Ultimate Stealth 4 Pistones
Puños Wolf Tooth Echo Lock-On
Poste de asiento retráctil FSA Flowtron 31.6mm x 125mm
Abrazadera de asiento Wolf Tooth QR
Asiento WTB Silverado
Bolsas por Oveja Negra
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