Texto y fotos por Daniel Zaíd @perdidoenbici
“La Costa de Hermosillo” es el nombre que se le da a una extensión de tierra que abarca desde el oeste de la ciudad de Hermosillo, en el estado de Sonora, hasta la costa del Golfo de California, a 100 km de distancia; una tierra que alguna vez fue parte del territorio donde los indígenas Comca’ac hicieron su vida y prosperaron, hoy en día es mayormente utilizada para la agricultura. Durante el siglo XIX, lxs Comca’ac, más comúnmente llamadxs “Seris”, que significa “la gente de la arena” en lengua Yaqui, fueron perseguidos y casi eliminados por completo por el ejército Mexicano y los rancheros que estaban interesados en apropiarse de su territorio, y los pocos sobrevivientes de la ya de por sí dispersa Nación Comca’ac fueron progresivamente desplazados más y más hacia la costa hasta que llegaron al territorio que ocupan hoy, en los pueblos de Punta Chueca y Desemboque, donde el agua es escasa y las condiciones de vida son duras.
En esta región la lluvia no visita con frecuencia y la agricultura sólo es posible mediante la excavación de pozos o trayendo agua de otras partes. La Costa de Hermosillo es terreno plano, así que hacer recorrerla en bicicleta es cuestión de mantener los manubrios derecho y moverse temprano, porque es generalmente a mediodía que el viento se despierta.
Con el verano acercándose rápidamente no podía evitar sentir que cada día con máximas menores a 40 C en el que no salía a rodar era un día desperdiciado, pero al mismo tiempo, me resultaba difícil encontrar la motivación para salir incluso a una rodada cortita. Aunque pudiera decirse que la Costa de Hermosillo es mi patio trasero, hay muchos lugares a los que no he ido porque toma horas de pedalear por caminos planos y rectos para llegar a la costa, donde hay un paisaje más interesante. Sintiéndome un poco inspirado, tracé una ruta para conectar algunas playas nuevas para mi y convencí a mi amigo Arturo para que dejara sus deberes del doctorado y se me uniera, lo cual me garantizaría una rueda de la que colgarme; Arturo es el único miembro de mi pequeño grupo de amigos ciclistas, el Sonora Gravel Social Club, que hace bicicleta por deporte y seguido lo vemos arriba de podios en las carreras locales. Se le encuentra igualmente cómodo sobre una fixed en una rodada nocturna, una bici de montaña en un sendero, o explorando caminos de terracería con paradas frecuentes cuando rodamos juntos. Con un par de biciacampadas en su currículum, esta sería su primer experiencia rodando y acampando durante varios días seguidos.
Arturo vino a mi casa y convertimos su brillante bicicleta gravel Ibis Hakka MX en una de cicloviaje. Un pequeño riser para el stem proveyó de suficiente espacio entre la llanta y el manubrio para acomodar una Fabio’s Chest pequeña, al mismo tiempo que agregó algo de comodidad para las largas horas de pedaleo (y como 300 gramos a su bici de carbono). A la mañana siguiente tomamos la carretera a Bahía de Kino, una que siempre digo que no quiero volver a recorrer porque ya la he hecho muchas veces, pero heme aquí una vez más. Nuestro primer destino es una playa llamada San Nicolás, conocida por sus dunas de arena, a unos 130 km de distancia; acordamos hacer los primeros 90 km de pavimento tan rápido como podemos para llegar a la parte que nos interesa, parando solamente una vez a la mitad del camino para llenar nuestras mochilas ya que no tendríamos acceso a comida ni agua por las próximas 24 horas.
Podemos notar cómo el viento aumenta rápidamente y unas horas después llegamos a la desviación donde acaba el pavimento y comienza la terracería, y lo que era un viento de lado se convierte en un viento de frente en un tramo de camino plano y desolado de 25 km que conecta granjas camaroneras, una planta eléctrica y finalmente, con Rancho San Nicolás, un rancho privado que debe ser cruzado para acceder a la playa y a las dunas. Normalmente hay una cuota de $300 pesos para entrar a este lugar, al cual la mayoría de la gente (si no es que toda) llega en carro, pero el hombre en la entrada nos dice que no hay cobro para nosotros por haber llegado en bici. “¡Se lo ganaron! Además, yo sé cuando alguien viene con malas intenciones o a dañar el lugar y ustedes no me dan esa impresión.” Le dimos las gracias y cubrimos los últimos kilómetros hasta que la arena nos hace desmontar y empujar nuestras bicis pero por fin, la famosa duna de San Nicolás aparece detrás de una pequeña colina.
Mientras camino sobre la duna el viento juega con la arena haciendo figuras en el aire; la luz entra a mis ojos desde todos los ángulos ya que el sol brilla en el cielo y se refleja en la arena y en el mar. Al atardecer vemos al sol ponerse tras las montañas de Isla Tiburón, la isla más grande de México y un lugar sagrado para lxs Comca’ac. Acampamos tratando de escondernos del viento pero cambia de dirección con frecuencia, así que durante la noche me doy vuelta a izquierda y derecha dentro de mi bolsa de dormir dependiendo de dónde vengan los puñados de arena que el viento me arroja a la cara.
La mañana siguiente rodamos por un bosque de cardones floridos, algunos de ellos midiendo alrededor de 10 metros de altura, que de acuerdo a un estudio podrían tener entre 80 y 100 años de edad. Al tomar la terracería para salir de San Nicolás esperábamos tener un viento de cola, pero pronto la naturaleza nos recuerda que no está para satisfacer nuestras expectativas: el viento sopla tan fuerte que apenas podemos mantener un ritmo de 8 km por hora y nos lleva a un alto total en cuanto nos atrevemos a dejar de pedalear.
Nos toma tres horas y un mango para poder llegar a la carretera, donde nos damos cuenta que no tenemos suficiente agua para llegar al siguiente punto de reabastecimiento que habíamos planeado (y que ni siquiera estoy seguro que exista), así que nos dirigimos a Bahía de Kino, un pueblo en la playa con todos los servicios a 15 km al oeste, donde pasamos el resto del día escondidos bajo una palapa.
El día siguiente partimos a las 4 am para ganar algo de distancia al sol y el viento, con otro día de 130 km por delante. Unas horas después nuestros estómagos despiertan y paramos para un desayuno rapidito; Arturo desaparece tras unos cactus papel de baño en mano, pero cuando regresa lo veo renguear. “¿Te atacó una choya?”, le digo bromeando, pero él no sonríe. Una reciente lesión en la rodilla reaparece mientras se estaba levantando de las cuclillas y ahora apenas puede caminar.
Arturo pedalea un poco para ver cómo se siente la rodilla, pero después de algunos kilómetros es evidente que no podrá continuar y decide tomar un aventón de vuelta a Hermosillo, y yo continuar por mi cuenta. Mientras dejo a Arturo atrás caigo en cuenta que ha pasado mucho tiempo desde mi último viaje en solitario, ya que todos mis viajes recientes han sido con Karla o con algún amigo. ¿Todavía sabré cómo pedalear solo? ¿Qué voy a hacer acampando sin compañía? Me concentro en el camino plano frente a mi, manteniendo una línea recta y dando girando 90 grados cada 10 o 15 kilómetros.
A media mañana llego al punto de abastecimiento que habíamos planeado, verificando su existencia, y me tomo un descanso bajo la sombra. Al checar mi celular me entero que algunos amigos irán en sus carros a acampar a una playa no muy lejos de donde estoy, llamada El Himalaya probablemente porque es el único cerro en la región; nunca he ido a ese lugar, así que decido unírmeles. Pienso por un segundo que quizá estoy cambiando de planes sólo para evitar estar conmigo mismo, pero me escondo tras la excusa de que ha sido un buen rato que no los veo después de más de un año de cuarentena. Con la temperatura elevándose rápidamente no hay mucho tiempo para la reflexión, así que monto en la bici y pedaleo, sintiendo mis energías renovadas por la expectativa de ver a mis amigos.
Con esta rodada concluyo la exploración de una propuesta de una ruta de cicloviaje de una semana, disponible para locales y quien quiera venir a visitar. Es recomendable evitar hacerla durante los meses de verano debido al calor, y durante cualquier vacación oficial como la Semana Santa porque estas playas se llenan y la gente toma y maneja.
Link a la ruta: https://ridewithgps.com/routes/35416191
Woow ! Como siempre, excelente narración, acompañado de sus espectaculares fotografías, gracias por compartir sus aventuras con nosotros, un deleite poder leerles siempre, un gran y fuerte abrazo.
Uncle JC
La chicotera esa esta giganteeeeee, llegaste al Himalaya? que final tan ambiguo, quería ver tu foto con tus pals. Sonora el desierto que se junta con el Mar wtf fkn love it
Obvimanete me re enojan los despojos a los habitantes locales, gracias por el dato :*